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Las Gilces, un tesoro escondido
En un rincón paradisíaco, entre montañas y el abrazo acuático del océano, se encuentra Las Gilces, un lugar donde la naturaleza despliega su magia en cada rincón. Este trozo de tierra, bendecido con playas de arena dorada acariciadas por las olas cristalinas, es el hogar de una riqueza natural inigualable.
Las mañanas en Las Gilces nacen con el canto melodioso de las aves que bailan entre los árboles. Las fragatas revolotean mientras las garzas blancas se deslizan graciosamente sobre el río que serpentea a través de la densa vegetación. Un paseo matutino por los senderos de manglares se convierte en un festín para los sentidos: el aroma a salitre se mezcla con la fragancia de las flores silvestres y el suave susurro de las hojas acompaña cada paso.
Los lugareños, expertos en la magia culinaria, ofrecen un festín de sabores marinos. Los mariscos frescos y los pescados capturados en la madrugada se transforman en delicias gastronómicas que conquistan paladares con su sabor único. El chicharrón de pescado, ceviche fresco y sobre todo el Viche de camarón son solo algunas de las exquisiteces que se pueden encontrar en los pequeños y acogedores restaurantes a la orilla del mar.
Pero la verdadera aventura aguarda en la intersección del río y el mar. Allí, los viajeros se embarcan en excursiones en canoas que les llevan a explorar la belleza de los manglares. Las garzas, pelícanos y cormoranes observan desde las ramas bajas mientras los cangrejos hacen sus cabriolas en la orilla fangosa.
Las tardes se desvanecen lentamente entre la brisa marina y los atardeceres que pintan el cielo con tonalidades doradas y rosadas. Los viajeros se reúnen alrededor de fogatas en la playa, compartiendo historias mientras las olas rompen suavemente en la costa.
En Las Gilces, la armonía entre el mar, el río, la exuberante naturaleza y la hospitalidad de su gente crea una sinfonía que cautiva los corazones de quienes tienen la suerte de descubrir este tesoro escondido.